La comunidad marroquí en Bélgica : 60 años de integración y desafíos pendientes

60 años después de la firma por Rabat y Bruselas del convenio "relativo a la ocupación de trabajadores marroquíes en Bélgica", no se ha establecido ningún lugar emblemático que pueda contribuir a tejer el vínculo social y valorizar las contribuciones de esta población inmigrante.
En una entrevista con La Libre, Hajar Oulad Ben Taib, investigadora en historia de la inmigración en la Universidad Saint-Louis, hace la génesis de la firma el 17 de febrero de 1964 por los gobiernos belga y marroquí del convenio "relativo a la ocupación de trabajadores marroquíes en Bélgica". "La política de Bélgica que consiste en reclutar mano de obra extranjera en el sector del carbón se remonta al período de entreguerras, y se acentúa después de la Segunda Guerra Mundial con la firma de una serie de acuerdos bilaterales. En 1946 se firmó un acuerdo con Italia, pero 10 años después, después de la catástrofe del Bois du Cazier, el gobierno italiano pidió a Bélgica mejores condiciones de trabajo para sus ciudadanos. El gobierno belga no respondió a estas exigencias y, en su lugar, amplió sus zonas de reclutamiento hacia el sur del Mediterráneo, firmando acuerdos con España y Grecia". Fue así como Bélgica se dirigió a Marruecos.
"Las prospecciones en Marruecos se lanzaron a principios de los años 60, y el acuerdo de febrero de 64 se negociará en unos días", recuerda la investigadora. Marruecos, al igual que otros países, ve en ello una ventaja : enviar trabajadores permite aliviar las tensiones sociales (ya que, al igual que Italia, Grecia y España, Marruecos, que obtuvo su independencia en 1956, todavía tiene dificultades para ofrecer perspectivas económicas dentro de sus fronteras), formarlos y esperar un retorno de la inversión ; no sólo estos trabajadores enviarán dinero a sus seres queridos que se quedaron en el país, sino que también podrán regresar con una nueva formación profesional". Los primeros trabajadores marroquíes llegaron entonces a Bélgica. Eran 2.000. "El acuerdo marco de 1964 tiene un alcance esencialmente simbólico. Las primeras emigraciones marroquíes lo precedieron. Además, en su primera versión menciona una cifra limitada : la de 2.000 trabajadores".
Preocupado por paliar la escasez de mano de obra que sigue afectando al país, "nuestro gobierno alentará en este sentido una inmigración familiar (para estabilizar a los obreros marroquíes a veces tentados de unirse a Holanda o Francia), relajará las condiciones de llegada y ampliará los sectores de reclutamiento hacia la metalurgia y la construcción. Los flujos migratorios se dirigirán en consecuencia a las grandes ciudades, mientras que en un primer momento se orientaban hacia las minas de carbón de Valonia y Flandes", explica Hajar Oulad Ben Taib. Estas poblaciones "se instalan primero en viviendas precarias cerca de las minas de carbón, luego en la ciudad, en los barrios de las estaciones y en los barrios más pobres que ya acogían a poblaciones inmigrantes procedentes de Grecia, España, Portugal o Italia. Este es el caso del municipio bruselense de Molenbeek", añade.
"Mientras la población belga se da cuenta de que los marroquíes tienen la intención de instalarse de forma duradera, vemos nacer en las esferas políticas y mediáticas un discurso de rechazo asumido. El alcalde de Schaerbeek, Roger Nols, que implantará en particular ventanillas separadas para los extranjeros, ilustra particularmente este clima xenófobo", explicará la académica, señalando además que "también se organizará una política de incentivos al retorno, con primas incluidas, pero que fracasará". Con el paso de los años, los marroquíes logran integrarse. Algunos incluso han adquirido la nacionalidad belga e integrado más o menos bien todas las esferas públicas, mediáticas, económicas, políticas, académicas, pero otros siguen enfrentándose a una serie de problemas. "La situación me parece contrastada. Hablamos hoy de la tercera y cuarta generación de la inmigración marroquí. Sin embargo, este ascendiente inmigrante sigue siendo difícil de asumir, y los fenómenos de discriminación escolar, de vivienda o de empleo siguen siendo muy extendidos. La actual crisis económica genera además un discurso regularmente hostil hacia los belgo-marroquíes que se cristaliza para algunos en torno a la identidad cultural o religiosa", describe Ben Taib.
Si la investigadora piensa que "la comunidad marroquí está muy bien integrada, muy abierta, con una representación en prácticamente todas las categorías socioprofesionales", sin embargo, señala que "todavía sufre de ciertos estereotipos que son difíciles de erradicar, de discriminaciones que explican episodios dramáticos, como la radicalización que hemos conocido de algunos jóvenes". Lamenta además "la falta de una verdadera voluntad política para establecer un lugar emblemático que sería el escaparate de esta historia migratoria, y que contribuiría a tejer el vínculo social y a valorizar las contribuciones de estas poblaciones inmigrantes".
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